Cuentos para contar.

sábado, 27 de julio de 2013

El contador de historias (Parte 1ª)

El hombre de la pipa de plata

Era una tarde calurosa, pero Yosu parecía indiferente al enorme horno ,en el que el sol,había convertido el parque por el que paseaba. En su cabeza, la imagen de su madre, postrada en la cama del hospital; llenaba de tristeza sus pensamientos.
Unos gritos, le sacaron de su ensimismamiento: 
- ¡Acercaros niños y niñas, hombres y mujeres, gatos y perros!, ¡soy el contador de cuentos!.
Subido a una roca, un joven de aspecto ordinario, movía su boca, sin parecer que aquellas palabras surgieran de ella; pero así era.
- La historia que os voy a contar - continuó -, sucedió, sucede, y sucederá. Aquí, allí, y en cualquier sitio. ¡Escuchar!, ¡escuchar!, ¡abrir vuestras mentes!:
" Hacía meses que no llovía, y las cosechas se marchitaban bajo el constante azote del sol. Era una región pobre, y sus habitantes, dependían casi exclusivamente de lo que la tierra madre les ofrecía generosamente con sus frutos, por lo que el hambre llamó a sus casas.
Un buen día, apareció como de la nada, un anciano trajeado y de aspecto impecable, que llevaba un maletín de cuero en su mano enguantada.
- Disculpe buen hombre - dijo dirigiéndose a Paco, el pastor del pueblo. - ¿Podría indicarme, si no es molestia, un lugar donde pernoctar?. Llevo días andando bajo éste sol de justicia, y mi sufrido cuerpo necesita de la bendición de una comida abundante y un reparador descanso.
- Lo siento señor - le dijo Paco rascándose la cabeza -, hace tiempo que el hostal de La Juli cerró por falta de clientes,..............,pero no se preocupe, mi familia y yo nos sentiríamos muy honrados en hospedarle en nuestro humilde hogar.
Así pues, Paco y su familia, sacrificaron el último pollo que les quedaba para honrar a tan distinguido visitante con una suculenta comida, tras la cual, le cedieron la cama de matrimonio para que pudiera gozar del reparador descanso.
Ya de mañana, mientras untaban mantequilla en el pan recién hecho, la conversación alrededor de la mesa, derivó como no podía ser de otro modo, en la terrible sequía que asolaba el lugar.
- Es una desgracia, si sigue sin llover, tendremos que abandonar ésta tierra, que ha sido nuestro hogar durante generaciones, ¿y adonde iremos?, ¿qué haremos sin raíces que nos sustenten?.
El anciano, le miró compasivo, y sin mediar palabra, salió de la casa con su maletín. Sacó de él una pipa de plata, tallada con extrañas figuras, y se puso a fumar parsimoniosamente.
El humo salía de su boca como si de la de un dragón se tratara, formando enormes nubes blancas sobre sus cabezas. De pronto, se vio un rayo, y el trueno anunció el impresionante choque de masas de agua en el cielo, que se derramaron sobre la sedienta tierra.
Llovió durante días y noches, poniendo fin a la terrible sequía.
¿Y el anciano?, ¿Qué fue de él?. ¡Desapareció, tal y como había aparecido!."

Mientras Josu volvía a su casa, resonaban en su cabeza las palabras del contador de historias.
Al llegar, entró en la sala donde su padre y sus hermanos, veían la televisión. Algo faltaba, el hueco en la butaca donde se sentaba su madre, parecía dominar la estancia.
Echaban las noticias en la caja tonta:
"Por fin llegaron las lluvias a Cantabria. Después de meses de sequía, un frente frío,ha cruzado la región dejando a su paso fuertes precipitaciones, que se extenderán en los próximos días. Conectamos con nuestro enviado especial en la zona.".
Yosu, observaba perplejo la escena, ¡el presentador, entrevistaba a Paco, el pastor del pueblo!.
" ¡De verdad!, ¡se puso a fumar en aquella extraña pipa, y se formaron las nubes!, ¡fue increíble!".
- ¡Te pasa algo? - le preguntó a Yosu su padre, al verle con la boca abierta.
- No............., no es nada, me voy a dormir.............
- ¿Es que no vas a cenar?
- Mañana quizás.................., - respondió Yosu, que se sentía, como flotando en una nube,que salía de una extraña pipa de plata.




martes, 16 de julio de 2013

La canción que nadie quería escuchar

Una maldición había caído sobre la pequeña aldea de Jisbüm; todos los años, coincidiendo con el solsticio de invierno, el sol se oscurecía por las alas de cientos de dragones que inundaban el cielo, sembrando el  terror con sus lenguas de fuego.

A Juan, un buen día, se le ocurrió una canción, y emocionado por su belleza, fue a cantársela a su madre.
- ¡Mamá, mamá!, tengo que cantarte una canción que se me ha ocurrido - le dijo, tirando de su falda.
- ¡Ahora no Juan!, los dragones están a punto de llegar, y tengo mil cosas que hacer. Luego me la cantas ¿Vale? - Le dijo, mientras iba a la cocina para sacar la olla del fuego.
Desilusionado, Juan fue donde su padre, que se encontraba en la forja, afilando una espada.
- ¡Papá, papá!, escucha esta canción que me acabo de inventar.
Empezó a cantar ante la indiferencia de su padre. El grito del filo sobre la piedra que le arañaba, le hizo desistir.
- ¿No puedes parar un momento? - le dijo Juan.
- No hijo, los dragones no van a esperar a que cantes tu canción..
"¡Qué rollo de dragones!", pensaba Juan malhumorado.
Entonces vio a su hermano Eric, que practicaba el arte de la esgrima con un muñeco de paja en el bosque cercano.
- ¡Eric, Eric!, ¡Soy un genio!,¡escucha ésta canción que he compuesto! - Gritaba Juan mientras corría hacia el bosque.
- ¿Tú un genio? - le respondió. - ¡Anda enano, vete a jugar con tus muñecas, que los hombres tenemos que matar dragones! - Y arremetió contra el muñeco con dos certeras estocadas.

"¡Son todos unos imbéciles!", pensaba Juan, mientras subía  la montaña de Balar, desde cuya cima, se extendían diminutas la aldea y las preocupaciones.
Mientras subía, cantaba su canción a pleno pulmón, sin ver la horda de dragones que a sus espaldas sobrevolaba la aldea.
Al llegar a la cima, se sentó en una roca cansado. De repente, escuchó un aleteo sobre su cabeza, alzó la vista, y descubrió aterrado a cientos de dragones, que espectantes, clavaban sus ojos negros sobre él.
Instintivamente, Juan cantó su canción ante tan temible público. Al terminar, los dragones movieron sus grandes alas, y se fueron como inmersos en un trance.

Desde entonces, todos los años, coincidiendo con el solsticio de invierno, el mejor cantane de Jisbüm, sube a la cima del monte Balar para cantar a los dragones la canción de Juan, ¡aquella que nadie quería escuchar!.