Cuentos para contar.

viernes, 24 de octubre de 2014

Las aventuras de Paquita, la cebra que perdió sus rayas (4ª parte)

Se iba a celebrar El Gran Prix, en París, la carrera de burros más importante del mundo. Participaban los más rápidos, y entre ellos, como no podía ser de otra manera, Paquita, que era la favorita para el triunfo. La víspera de la carrera, entabló amistad con Bruno, un veterano corredor, para el que ésta carrera, iba a suponer el final de su larga y exitosa trayectoria como corredor.
- He tenido una buena vida - le comentaba Bruno a Paquita en los establos - , he visto mundo, he conocida gente, y me he divertido.
- ¿Y ahora que va a ser de ti?
- Me llevarán a Burrolandia, donde pasaré el resto de mis días a cuerpo de rey.
- ¿Burrolandia?
- Si, es un lugar donde te cuidan y te dan de comer en recompensa por tus servicios durante todos estos años corriendo y corriendo.
"- Al final va a resultar que los humanos no son tan malvados como creía"- pensó Paquita.
Al día siguiente, se celebró El Gran Prix,y Paquita fue la vencedora, sacando varios cuerpos a su predecesor. Después de los elogios, las coronas de flores en el cuello, y las fotos de rigor, le llevaron al establo, con sus compañeros. Entonces buscó a Bruno.
- ¿Habéis visto a Bruno? - les preguntó.
- Le han metido en ése camión - le dijeron, señalándole un camión que se encontraba cerca del establo.
"- Le llevan a Burrolandia - pensó. Así que rompió la puerta del establo con una coz, y siguió al camión. Quería saber si en verdad existía un lugar así.
El camión paró frente a un feo edificio rodeado de vallas metálicas y alambradas. Vio como metían a Bruno y a otros animales, cerdos, vacas, ovejas,.........en un frío y oscuro pabellón. Varios hombres, portando grandes cuchillos y delantales de plástico, esperaban en un pabellón contiguo, frente a grandes mesas de mármol.
Escuchó de repente unos ladridos, un Doberman, atado por una cadena, se movía inquieto y amenazante.
- ¡Escapa lo más rápido que puedas! - le dijo.
-¿Qué es ésto? - le preguntó Paquita.
- ¡El infierno!, ¡el matadero!, ¡Aquí es donde acaban sus vidas todos los animales que cuidan los hombres, para convertirlos en comida! ja,ja,ja,ja, si te cogen, acabarás como una rica y jugosa hamburguesa, ¿no te gustaría probarlas? ja,ja,ja,ja................
Paquita se alejó asqueada del matadero.

Lloró y lloró desconsolada por la crueldad sin fin de los hombres. Decidió no volver nunca más con ellos; se quedaría allí, en el bosque, viviendo como un ermitaño.
Pasaron los días; a Paquita le costaba mucho conseguir alimentos, acostumbrada como estaba a que le sirvieran la comida sin ningún esfuerzo. Un día, se encontró un huerto, donde crecían suculentas zanahorias, nabos y lechugas; pero estaba rodeado de una alambrada. Intentó saltarla, lo que no hubiera supuesto ningún problema para una cebra como ella, pero estaba muy débil por la falta de alimentos, y una de sus patas se enredó en la alambrada, cayendo de bruces en el huerto. La pobre Paquita perdió el sentido por el tremendo golpe.
Cuando despertó, se encontró en en establo. Le dolía la cabeza, y el estómago le rugía como un león. Se acercó al pesebre; estaba lleno de alfalfa, por lo que comió hasta hartarse; y se durmió. Cuando despertó, se encontró rodeado por una veintena de burros que le miraban curiosos.
- Bienvenido - le dijo uno de color pardo, que lucía una gran panza.  Paquita miró a su alrededor extrañada.
- tienes unas patas muy robustas para ser un burro - continuó el burro pardo.
- Es que no soy un burro, soy una cebra que ha perdido sus rayas.
Miradas burlonas se dibujaron en los rostros de los burros.
- Creo que el golpe te ha trastornado un poco, pero bueno, de todas  formas, si es así, será mejor que te lo calles, si se enteran los cuidadores, te echarán.
- ¡Pues prefiero ser libre y morirme de hambre, que tener la tripa llena y ser un esclavo! - respondió Paquita orgullosa.
Nuevas sonrisas surcaron los hocicos de los burros.
- Creo que no sabes donde estás. ¡Estás en Burrolandia, el paraíso de los burros!
- ¡Es aquí donde deberían haber traído a Bruno!, ¡entonces es cierto que existe!
- Claro, Burrolandia lo crearon unos hombres que amaban a los burros. Las máquinas han ido sustituyendo a los burros en las labores del campo y de transporte, por lo que éstos, que se encargaban de ellas, fueron abandonados a su suerte, para no tener que mantenerlos.
- ¡La crueldad de los hombres!
- No todos son iguales. Los que yo te hablo, reunen a todos los burros abandonados, y los cuidan y alimentan. Es una suerte que hayas acabado aquí.
Paquita pensó de inmediato en su manada, y en lo felices que serían todos allí.
- ¡Tengo que irme!- dijo de pronto, y saliendo del establo, cogió carrerilla, y saltó la alambrada que le separaba del bosque. Corrió y corrió por montes y valles hasta llegar a la carretera, que sabía que le llevaría hasta la ciudad de los hombres, donde encontraría el hipódromo donde tantas veces había corrido. Y hasta allí llegó, donde de inmediato fue reconocida: "Rayo", el burro más rápido del mundo.
De nuevo se convirtió en una estrella, y continuó su espectacular trayectoria, ganando carreras por todo el mundo.

domingo, 12 de octubre de 2014

Las aventuras de Paquita, la cebra que perdió sus rayas (3ª parte)

Paquita lloró amargamente; ya nada tenía sentido par ella.
Deambulaba sin rumbo por las afueras de la ciudad, cuando un Jeep pasó a su lado; se paró a pocos metros de donde se encontraba, y dos hombres se bajaron. Le observaban y hablaban entre ellos. Paquita se asustó, y salió corriendo. Los hombres le siguieron en el Jeep. Entonces, uno de ellos, cogió un fusil, le apuntó, y disparó. Paquita sintió un pinchazo en el cuello, luego todo empezó a darle vueltas, y se desplomó desmayada.
Se despertó en un establo. Le dolía la cabeza, y estaba hambrienta. Se acercó a un pesebre lleno de alfalfa, y comió hasta hartarse. Al rato, entró en el establo uno de los hombres que le había perseguido en el Jeep. Paquita se puso en guardia, pero la actitud del hombre era amistosa. Se le acercó, y acariciándole el hocico, le ofreció una zanahoria. Luego cogió un cepillo y  le frotó con él todo el cuerpo. Era muy agradable. Durante los siguientes días, Paquita se dedicó a comer y a dormir, por lo que recuperó todas sus fuerzas.
Un día, le llevaron en un camión hasta una granja. Allí sucedió algo extraño; un hombre le puso algo en la boca y en el lomo,¡e intentó subirse sobre él!. Paquita se puso a cocear, y el hombre salió disparado. Lo intentó varias veces más, y otras tantas acabó en el suelo. Luego le llevaron a un establo, junto a unos burros.
- ¡Vaya, eres nuevo por aquí! - le dijo uno de ellos mirándole con curiosidad - , ¿cómo te llamas?
- Paquita, pero en realidad soy una cebra que.............
- ¡Yo soy veloz!, bueno, así me llaman los hombres,¡porque soy el más rápido de todos estos zopencos!, pero llámame Alfred.
- ¡Menos lobos, Caperuzita!, sólo porque has ganado un par de carreras............ - dijo uno de los burros.
- ¡Un par!, ¡He ganado 8 carreras!
- ¿Hacéis carreras? -  preguntó Paquita sorprendida.
- Si, somos burros de carreras. Los hombres nos hacen correr montados en nuestros lomos, y hacen apuestas para ver quien acierta el vencedor, ¡están completamente locos!.
- ¿ Y lo permitís?
- Si, es una buena vida, te cuidan, te dan de comer, y de vez en cuando, tienes que correr un poco.
Al día siguiente, Paquita se dejó montar por uno de los hombres. Estaban entusiasmados con ella; ¡nunca habían visto un burro tan rápido! Empezó a competir en carreras oficiales, no tenía rival, ya que en realidad era una cebra.. Ganaba carrera tras carrera. Tan grande se hizo su fama, que le llevaban por todo el mundo para competir. Se convirtió en una celebridad: ¡Rayo, el burro más rápido de la historia!