Cuentos para contar.

sábado, 28 de junio de 2014

El osito de peluche

El osito de peluche quería ser de verdad,
no quería que lo abrazaran, quería él abrazar,
y un hada le dio la vida, y con ella la bondad,
y abrazaba a todo el mundo que nadie quería abrazar.

Y de tanto abrazar, sin pelo se fue a quedar,
y tan áspera era su piel, que nadie quería abrazar.
Pero todas las personas que nadie quería abrazar,
abrazaron al osito por su amor y su bondad.




viernes, 20 de junio de 2014

Las cinco orugas

Llegó el invierno, y la nieve cubrió el bosque. Las cinco orugas, consiguieron las cinco últimas hojas verdes que quedaban, y se las repartieron. La primera oruga, se comió la hoja; y murió de frío. La segunda oruga, se cubrió con la hoja; y murió de hambre. La tercera, se comió la mitad de la hoja, y se cubrió con la otra mitad; vivió algo mas que la primera y la segunda oruga, pero acabó muriendo de hambre y de frío. Las dos orugas que quedaron, se dieron calor con sus cuerpos, una a la otra, y se comieron cada una su hoja; y un buen día, vieron que de las yemas de los árboles, habían empezado a brotar tiernas hojas: Llegó la primavera. (1)

(1) Esta es la historia oficial. La historia real en: Dondehabitanlosmigalas

sábado, 7 de junio de 2014

Odisea en la cocina: O cómo sobrevivir sin mamá

Me desperté; tenía hambre, así que me puse a llorar con todas mis fuerzas. Pasó el tiempo, y mamá no venía, por lo que usé "El lloro de la desaparición", intercalando angustiosos suspiros, ¡pero nada!, mamá seguía sin venir. "Me las tendré que arreglar yo solo", pensé. Miré a mi alrededor; los ositos voladores dormían, pero el cordel que los despertaba con aquella agradable música, estaba a mi alcance. Me agarré a uno de los barrotes de la cuna para incorporarme, cogí el cordón, y tiré de él. Como ya había visto en otras ocasiones, el cordón empezó a recogerse, así que lo agarré fuertemente con las dos manos, y me llevó con él hasta el borde de la cuna. Sentí tener que despertar a los ositos, que somnolientos daban vueltas sobre mi cabeza, pero no veía otra forma de salir de la cuna. Me balanceé un poco, y me dejé caer sobre los cojines que había en el suelo; el primer obstáculo estaba salvado. ¿Y ahora qué? Decidí pedir ayuda a "Las voces de la caja", que se encontraba en la sala. Fui gateando hasta ella, me subí a la butaca, y de allí hasta la mesa donde estaba "La caja de las voces". Le di un buen golpe, y se partió por la mitad. No me asusté, sabía que era la forma de hablar con las voces. Pero no debía de haber nadie en ése momento, porque no oí la voz de la abuela, ni del tío,.........., sólo escuché a un pájaro que repetía siempre el mismo canto. Me quedé desconcertado. Entonces me acordé de "Las personas de la ventana", "¡Quizás ellas me ayuden!", pensé. Cogí "El palo de los botones", que estaba al lado de "La caja de las voces", y apreté todo los botones, hasta que escuché a "Las personas de la ventana". Entonces me puse a llorar de nuevo. ¡Nada, no me hacían ni caso! Así que les dejé con sus cosas, y me fui gateando hasta la cocina; allí encontraría comida. En la cocina se encontraba "La gran máquina de frío", donde se guardaban los alimentos; pero ¿Cómo abrirla?, la manilla quedaba muy alta para mí. Después de meditarlo largamente, decidí arriesgar mi integridad escalando por las piezas que a mamá le gustaba poner por toda la puerta de "La máquina de frío".Me escupí en las manos: "Vamos allá". Alargué la mano derecha hasta un plátano, y flexioné el brazo mientras apoyaba un pie en un calabacín. Luego apoyé mi otro pie en una sandía, mientras mi mano izquierda agarraba los cuernos de una vaca. ¡Bien, parecía que las figuritas aguantaban mi peso! Estaba cerca de la manilla, tenía que hacer el último esfuerzo. Respire hondo;y salté hacia ella con todas mis fuerzas. Conseguí agarrarle con mi mano derecha, y el peso de mi cuerpo tiró de la manilla hacia abajo, haciendo que la puerta se abriera. Me quedé colgando de la manilla. Miré hacia abajo, y tragué saliva. En ésta incómoda postura, me balanceé, y conseguí meter un pie en una de las estanterías de la puerta, y agarrarme a ella con una de mis manos; dejándome caer luego sobre una lechuga. La leche se encontraba en una estantería de la puerta de "La máquina de frío, por lo que agarré la puerta con ambas manos y la atraje hacia mí, con tan mala suerte que la puerta se cerró. ¡No veía nada! Intenté abrir la puerta, pero ¡se había atascado! ¡Con el frío que hacía, no duraría ni 20 minutos!
- ¡Buena la has liado! - Escuché de repente. - A tu derecha tienes el interruptor de la luz.
Alargué la mano y encendí la luz. Me encontré al lado de un pollo desplumado, bien gordo y amarillo.
- ¡No me mires así!, ya sé que no tengo muy buen aspecto, he tenido tiempos mejores..........pero bueno, es lo que hay.
- ¡Un pollo que habla! - exclamé.
- ¡Mira quien fue a hablar! Que, se ha vuelto a atascar la puerta.
- Eso parece.
- Bueno, yo no puedo ayudarte como ves, pero quizás Rodolfo............¡Rodolfo! - gritó - ¿Estás ahí?
-¿Donde iba a estar, maldito pollo desplumado? - respondió un langosta que se encontraba en una estantería más elevada.
- ¡Más respeto, que soy un pollo de caserío con label de calidad!
-¡ Mucho label, mucho label, pero acabarás en la cazuela como yo! ¡Pobre de mí!, ¡ni siquiera tienen la consideración de matarme antes de cocerme viva!, ¡sádicos, más que sádicos!
- Pobrecita, - dijo el pollo - está muy deprimida desde que se enteró que la cogieron porque se había acabado el bogavante.
- ¡Rodolfo!, tienes que hacer una última buena acción.
- ¿Y qué quieres que haga?
- Seguir mis instrucciones.
El pollo les dijo lo que tenían que hacer, y así lo hicieron: El niño, subió hasta la estantería donde estaba la langosta, y liberó sus  poderosas tenazas del cordel que las sujetaba. Entonces la langosta cogió la botella de champán que se encontraba tumbada a su lado, y apuntando el corcho hacia la puerta, presionó sobre él hasta que salió disparado. El zambombazo hizo que la puerta se abriera.
- ¡Ya está chaval!, ya puedes salir. Por suerte mañana es el cumpleaños de tu padre, y en toda buena celebración no puede faltar el champán - dijo el pollo.
- ¡Ni la langosta!, ¡pobre de mí! - se lamentó Rodolfo.
- ¡Muchas gracias chicos, no hubiera podido salir sin vosotros!
Me despedí de mis nuevos amigos, no sin antes dar un buen trago de leche. Después volví gateando hasta mi habitación, y subiéndome a los cojines que había en la cama que estaba al lado de mi cuna, conseguí llegar al borde de la misma; y me dejé caer dentro. Con la tripita llena, caí de nuevo en un apacible sueño.

- ¡Dios mío, me he dormido!
La mamá del bebé se despertó sobresaltada, y fue corriendo a la habitación donde éste estaba.
- ¡Angelito mío! - dijo mientras le acariciaba la mejilla - ¡Duerme mi vida!