Cuentos para contar.

viernes, 5 de febrero de 2016

El pirata Malapata, el espíritu de Gorgobich, y la bestia prehistórica

En algún lugar ente el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, el espíritu de Gorgobich (1) buscaba, sediento de venganza, la criatura apropiada para reencarnarse, y la encontró, atrapada en el hielo, donde había estado durmiendo durante siglos.

El Delfín Volador, volaba literalmente sobre las bravías aguas del océano en busca de aventuras...........y oro claro. Aliado de los vientos y las mareas, no había barco humano capaz de alcanzarle, pero esta vez, algo que no era humano, les perseguía.
- Tengo una sensación extraña - decía Rodi en la cubierta del Delfín - no veo ni una sola gaviota merodeando por aquí.
- Mejor, esas malditas ratas voladoras sólo saben vociferar y cagar - respondió Malapata.
- Si, pero es raro, además Bernard lleva más de 2 horas intentando pescar algo, y nada, parece que los peces se hubieran esfumado de repente........., o que hayan huido de algo.
- Como no sea de las canciones del Bardo - bromeó Malapata.
Rodi comprendió que estaba en lo cierto, cuando la proa del Delfín se elevó unos metros por la ola que había lebantado la pavorosa criatura que habría su enorme boca repleta de dientes, con la intención de devorarlos.
- ¡Por las barbas de Belcebú! - gritó Malapata, y dando un empujón al timonel, cogió el timón.
Con mano firme, Malapata consiguió evitar el envite de la bestia.
- ¡Soltar todo el trapo! -gritó Rodi.
Aprovechando las olas levantados por la bestia, el Delfín consiguió unos metros de ventaja, surfeando en ellas, pero cual fue su sorpresa, que se encontraron de frente con un galeón del rey, que les cortaba el paso. Con un rápido movimiento de timón, Malapata evitó el choque.
- ¡De buena nos hemos librado!
- Si capitán, buena maniobra. Ahora la bestia nos librará de ellos.
Pero no fue así, La bestia paró en seco delante del galeón, y en vez de atacarle, lo observó un buen rato, como si lo reconociera, y girando, siguió al delfín dando un terrorífico alarido.
- ¡Como es posible!. ¿es que no le gusta la carne de los bastardos? - maldecía el pirata.
Entonces sucedió lo que más temían Malapata y su tripulación, el viento dejó de soplar. ¡Pero la bestia había desaparecido en las profundidades del mar! Un tenso silencio envolvía al Delfín, ni siquiera se escuchaba el chillido de las gaviotas.
- Se ha debido sumergir, para sorprendernos - reflexionaba Rodi - ¡estamos a su merced!
No tardó mucho La bestia de surgir de los abismos; lo hizo despacio, mostrando toda su monstruosa majestuosidad. Sus ojos recorrieron la cubierta del Delfín, buscando algo, y se pararon cuando se encontraron con los de Malapata. Una sonrisa pareció dibujarse en sus boca.
-¿ Me buscabas maldita sardina ahumada!, ¡te pondré en escabeche para la cena - gritó Malapata desenvainado el sable. Pero no tuvo tiempo de usarlo, la enorme boca de La bestia lo encgulló en un suspiro, y con él a Rodi, el timón y buena parte del mástil, con vela y todo.
Malapapa y Rodi tuvieron suertes de pasar indemnes entre los afilados dientes de La bestia, que trituraron el timón y el mástil, y pudieron agarrarse a los huesos de la garganta, para no ser disueltos por los jugos gástricos del estómago. Los dos treparon hasta uno de los plieges de la boca de La bestia.
- ¡Tragado por una maldita babosa de mar!-  bramaba el pirata.
- No es una babosa capitán, es un megadolón.
- ¿Un qué?
- Un megadolón, un animal prehistórico que vivió antes de la aparición de los dinosaurios.
- ¡Cómo es posible!
- No lo se, pero se trata del más poderoso depredador que ha existido sobre la tierra o bajo el mar.
De pronto, un humo negro les cubrió, y delante de sus narices, se transformó en un espantoso esqueleto carbonizado con un sombrero de almirante.
- Me lo imaginaba almirante Górgobich, sólo un maestro de las ciencias ocultas como usted podría haberse reencarnado en una bestia tan pavorosa.
- Muy sagaz Rodi, pero esta vez nadie os va a salvar de la muerte, un pequeño empujón y os convertiréis en alimento para ésta entrañable criatura.
- Pero antes tendrás que saldar viejas deudas que tienen con ciertos oscuros señores.
- ¿De que demonios hablas?
- Demonios si, exactamente. Cuando vi que la bestia no atacaba el galeón del rey, me di cuenta de todo el asunto, y cogí mi libro de conjuros.
Abriéndolo, Rodi leyó en voz bien alta:
"¡Espantus máximus reliquium dei! ¡invoco a los guardianes del infierno!"
Una puerta de fuego se abrió en el aire. De allí surgió la más abominable criatura que jamás vio el ojo humano.
-¿Quien tiene la osadía de abrir las puertas del infierno? - tronó en el aire - ¡sólo si un alma cae en sus abismos volverá a cerrarse!
- Si, si, claro - dijo Rodi tranquilamente - será además un alma que andáis buscando: La del almirante Górgovich.
Rodi señaló al esqueleto calcinado, que con la mandíbula desencajada por el miedo, no daba crédito al giro de los acontecimientos.
- ¡Górgobich!, ¡te buscábamos!, ¡nadie escapa a la soga del destino!
Una llamarada surgió de la puerta de fuego, tragándose al espíritu de Górgobich, que se descomponía entre terribles alaridos.
Antes de desaparecer por la puerta, el demonio se dirigió a Malapata:
- ¡Nos veremos muy pronto!
Malapata intentó tragar saliva (no le quedaba), y celebró que todavía estaba vivo.
- Tranquilo capitán, ya encontraremos la forma de burlar al destino - le dijo Rodi para darle ánimos - Ahora lo que tenemos que pensar es en la forma de salir de aquí.
Rodi miró pensativo a su alrededor; entre los dientes había enganchado un cofre.
- El cofre puede ser nuestra salvación - dijo, y escalaron entre los huesos de la bestia hasta el cofre.
Malapata, con su sable, desencajó el cofre de los dientes, y lo abrió; estaba lleno de joyas y doblones de oro.
- Habrá que vaciarlo para meternos dentro - dijo Rodi.
- ¡Nunca!, ¡antes me despellejaría vivo!
- ¡Capitán, el oro o la vida!
- ¡Prefiero la muerte! - respondió Malapata orgulloso.
- ¿Te has olvidado de las palabras del demonio?
La expresión de Malapata era el fiel reflejo de la cruenta lucha que se libraba en su interior.
- Vamos capitán, conseguiremos más oro, pero par eso tenemos que salir de ésta.
Con lágrimas en los ojos, Malapata ayudó a Rodi a vaciar el cofre, no sin antes llenarse los bolsillos con todo lo que pudo.
Una vez vacío el cofre, se metieron dentro, y empujándolo a una, cayeron por la garganta de la bestia hasta el estómago. El hierro forjado del cofre, resistió el ataque de los ácidos que segregaba el aparato digestivo, y siguió bajando por un oscuro y poco honorable conducto, hasta salir expulsado al océano.
El cofre cayó hasta las profundidades del mar, y desde allí Rodi y Malapata bucearon hasta la superficie.
No tardó El delfín en recogerles, donde la tripulación reparaba los daños tras el ataque de la bestia. Estos no daban crédito a sus palabras, pero acabaron creyéndoles, al conocer la pericia e inteligencia del capitán y su guardamaestre.

Ya en la cubierta del Delfín, Malapata y Rodi discutían.
- ¡No podemos dejar suelta a esa bestia, destrozará todo el ecosistema del océano!
- ¿Y qué quieres que hagamos? ¿qué la pesquemos con un anzuelo y nos la comamos a la parrilla? Haría falta un anzuelo muy grande - dijo Malapata con ironía.
- Muy grande........,¡tengo una idea!

El megalodón nadaba tranquilamente entre el banco de sardinas. No se atrevía a atacarles, ya que éstas le doblaban en tamaño. Tendría que conformarse con atrapar pequeños gusanos, que aún así tenía que cortar en varios trozos con sus poderosas mandíbulas para poder comérselos.

Malapata y Rodi tomaban ron en la popa del delfín.
- Ha sido una extraña aventura - comentaba Malapata - espíritus, demonios, bestias prehistóricas,......
- ¡Gigantes! - agregó Rodi.
- Gigantes, si, pero la próxima vez que quieras convertir a alguien en gigante con tus conjuros, ¡conviértete a tí!
- Venga capitán, no me digas que no fue una buena idea, ¡tenías un aspecto impresionante, con esa altura!
- Bueno, no es para tanto. Era la única forma de agarrar al bicho por la cola y llevarlo al País de los gigantes. Allí no es ningún peligro para nadie; aunque todavía me duele el dedo meñique por el mordisco que me dio esa sabandija.
- ¿Por eso llorabas hace un rato?
Malapata se alejó de nuevo a llorar; ¡todavía se acordaba del oro que tuvo que arrojar a las entrañas de la bestia para salvar la vida!


(1)El Pirata Malapata y los espíritus de la naturaleza