Cuentos para contar.

viernes, 3 de junio de 2016

Nassem y las gafas mágicas (2)

Aquella noche Nassem y abdul durmieron en una mullida cama, con la tripa llena.

Al día siguiente Bart les enseñó el barco. Les llevó a la sala de máquinas, donde los grandes motores mugían a pleno rendimiento, incluso estuvieron en la cabina de mando, donde el timonel gobernaba el barco y el capitán impartía las órdenes oportunas.
Después de comer, se sentaron en unas tumbonas para tomar el sol.
- Esto es vida, eh Nassem!, las gafas funcionan a la perfección.
Pero Nassem no parecía contento.
- No se, acuérdate de nuestros compañeros, ellos lo están pasando mal, y nosotros............
- La vida es así, algunos tienen suerte y otros no.
- No es justo.
- ¿Quien habla de justicia? Mira yo voy a ser actor, de los de Hollywood, y pasaré por encima de quien sea para conseguirlo. ¿Y tú?
- No lo se - dijo tras pensarlo.
Abdul se recostó en la hamaca y cerro los ojos quedándose dormido. Nassem se acercó a la barandilla del barco para perder la vista en el horizonte. Entonces vino a su cabeza la imagen de su madre, y la de su padre, y su hermano; estaban en la playa, jugando entre las olas, y na luz de esperanza iluminó sus ojos; pero nada sucedió. Se quitó las gafas decepcionado, y las guardó.


El Niessem llegó a la coqueta isla griega de Lesbos, donde descargó su mercancía humana. Les llevaron a un campo de refugiados situado a las afueras de la capital. Se trataba de cientos de tiendas de campaña sobre un suelo agreste, rodeadas de alambradas, que le daba más el aspecto de un campo de concentración que de otra cosa.
Allí las condiciones de vida no eran mejores que las del barco, empeoradas por los grupos mafiosos que se aprovechaban de la ayuda humanitaria para hacer sus propios negocios.
Abdul y Nassem perdían el tiempo con los demás chicos, sin nada que hacer entre las polvorientas calles de campo, fumando pitillos y esnifando pegamento que conseguían al cambiarlos por ropa o alimentos que robaban.
En el albergue donde dormían, había una niña de unos 10 años con un bebé en brazos; este no paraba de llorar.
- ¿No tienes padres? - le preguntó Nassem.
- Si - dijo tímidamente - pero no se donde están.
- ¿Es tu hermano? - le preguntó señalando al bebé.
- Si.
-¿Porqué llora?
- No lo se.
Nassem puso su mano en la frente del bebé, y vio que ardía.
Miró a su alrededor, pero no vio a nadie que pudiera ayudarle. Entonces sacó sus gafas mágicas del bolsillo, y se las puso.
- ¡Porqué llora ese condenado niño! - escuchó - ¡No hay quien duerma!
Un hombre entró gritando en el albergue.
- Es que tiene fiebre señor - le dijo Nassem.
- ¡Maldita sea!
El hombre sacó un móvil e hizo una llamada. Al rato apareció una ambulancia, que se llevó al bebé a su hermana y a Nassem al hospital.
Sabía que en el hospital sucedería algo, y así fue; el padre de la niña había caído enfermo, y se encontraba allí con su madre, y no fue casualidad que ésta se cruzara con su hija entre las numerosas camas que abarrotaban el lugar.

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